Por Mina Moreno
Mi abuela Mina, de quién orgullosamente llevo el nombre, fue una mujer de campo, de maíz, de metate, de petate y nixtamal.
Volver, al pueblo que la vio nacer San Pedro Atocpan en la alcaldía Milpa Alta, la provincia de la ciudad de México es siempre recordar a mis antepasados, a mi tatarabuelos, a mi abuela, a mi madre, en su amor por la tierra, por el campo.
Adoró recorrer las tiendas de los moleros de San Pedro, llenarme de sus olores inconfundibles de sus chiles, tomar un puño y absorber su aroma tan característico, su textura, su forma, es admirar lo que la tierra da.
Los olores de mi tierra hablan de tradición, de amor e identidad.
Es aprender que el chile mexicano sí pica porque es la tierra la que le da el sabor, a diferencia del chile chino, sí más económico, pero sin sabor.
Es distinguir entre los diversos tipos de chile como son el de árbol, morita, cascabel, guajillo, piquín, ancho, mulato, pasilla y muchos más.
Es aprender el arte de saber elegir que chile va con cada platillo mexicano y es elaborar desde el primer paso un delicia para compartir.
Es cocinar con amor para quien amas, el secreto está en las manos y yace en el sazón, pero lo más importante está en el amor con que se hace.
Tenía nueve años cuando aprendí a cocinar y aún hoy, sigo aprendiendo el arte de cocinar con amor.